viernes, 16 de julio de 2010

Siempre que me acerco a tu orilla


Siempre que me acerco a tu orilla, mi mirada se detiene sobre tu piel azul, inmensa y cambiante para alguien que haya vivido siempre cerca de ti. Mirada que se desvanece para traer al presente esos recuerdos, de tantos años compartidos contigo, mi mar.


Como me gustaba sentir la soledad del resto del mundo y estar en tu compañía. Bastaban unas gafas de submarinismo y unas aletas para quedarme relajada, recorriendo esos lugares que conocía como si de un jardín particular se tratara. Cada roca, cada saliente, cada recoveco, aun lo guardo en mi memoria. Solo cambiaba en ti, el trasiego incesante de peces diversos, solitarios o en pequeños bancos, pulpos morenas, chocos, alguna serpiente marina, la rara ocasión de escuchar los gritillos de los delfines a lo lejos…

Recuerdas mi mar como me extasiaba mirando todo ese decorado caprichoso? . Horas y horas te dedicaba, hasta sentir mi cuerpo tiritar, haciendo largos recorridos bordeando acantilados cuando no estabas enojado, claro. Me miraba bajo el agua mis manos y que blancas se ponían, arrugadas, canturreaba con sonidos que salían por el tubo de respirar como si de una corneta se tratara, para creerme que eso me daba más calor. Ahora pienso si alguien desde la orilla, podría escucharme, y que pensaría, pero antes me limitaba a disfrutar ajena a cualquier pensamiento bullicioso. “ El ahora “, ese era mi tiempo, solo existías tu mi mar, y mi felicidad en ese presente.

Como me impresionabas a veces, tu profundidad misteriosa de un azul oscuro donde todas las formas se desvanecían, o la orilla segura y perfectamente definida. Si, a veces tenía cierto temor cuando descendía varios metros y pensaba ¿que podrá surgir de esa profundidad que se insinua cada vez más?. Pero eso no me impedía retornar a ti durante muchísimos años, dominando mis temores, pese a que a veces me dabas alguna sorpresa con tus caprichosas corrientes y tu oleaje.

Y que placer, los días de invierno grises y lluviosos, alguna vez hasta con el sonido de los truenos a lo lejos llegué a nadar en un sorprendente mar en calma. Una combinación perfecta de adversidad y serenidad, como deberíamos ser nosotros, para andar por la vida sin sobresaltos.

Ya no eres como te recuerdo, el progreso te ha cambiado en la orilla que recorría. Pero pese a todo, tú te regeneras y adaptas, el hombre no puede echarte. Si ahora me sumergiera en ti, no verías mis lágrimas que se mezclarían contigo, prefiero verte desde la orilla y acariciar tu piel con mi mirada, mi mar.

No hay comentarios: